lunes, 18 de abril de 2016

Principiantes

Hace 14 años estaba yo cuidando a mi sobrino mayor durante el verano. Lo estaba sentando en su cochecito y cerrando el cinturón cuando vi que se le cambiaba la cara y empezaba a llorar desconsolado, y es que al pobre mio le cogí un trozo de piel con el clip del cierre, por que al ser pleno verano iba sin camiseta. Fue la primera de 3.

La segunda vez reaccioné mucho más rápido por la experiencia de la primera y la cercanía de la fiera/madre de mi hermana. Cuando vino corriendo a ver que pasaba dije así tal cual... Ni idea.

A dios gracias que esa vez llevaba camiseta, era temprano, faltaba un buen rato hasta el baño y daba tiempo para que no se notara, y que él tenía un añito recién cumplido y no podía contarle a su madre lo que la animal de su tía le había hecho. Me estuvo mirando un buen rato con cierta expresión de "te aprovechas de que no se hablar, maldita" pero luego se le pasó (u olvidó) y volvió a quererme.

La tercera vez ocurrió a pesar de que me juré y perjuré que no volvía a pasar, de echo me pasé varias semanas exitosas poniendo la mano entre el maldito cierre y su piel, de tal forma que me dí el pellizco incontables veces, satisfecha cada vez de que me lo llevaba yo y no él. Pero un día teníamos prisa para salir y ocurrió por tercera y última vez.

Senté al niño, cerré cierre, llanto y al ir a quitarlo noté una mirada intensa en mi nuca. Lo estaba quitando pero no pude evitar girar la cabeza y ver esa mirada particular que tiene mi hermana de la que sale fuego con trazos de decepción como diciendo "jamás me habría imaginado que TU fueras capaz de hacer algo así" y "te mataría si supiera como deshacerme de tu cuerpo". No me dijo nada, no se enfadó, solo me miró así una vez y se olvidó del asunto. 

Yo tenía 15 años en aquellos entonces, desde que mis sobrinos fueron naciendo los cuidé a todos incontables veces, el mayor tuvo que soportar los accidentes, la lentitud y agilipollamiento del pavo que llevaba encima por aquellos entonces. Las dos niñas que vinieron después fueron las que afinaron mis habilidades cuidando churumbeles, dando baños, biberones y cambiando pañales. Y el pequeño, al que vi menos por que vivió en Ecuador durante su primer año y medio, me ayudó a refrescar lo aprendido antes de la llegada de mi churumbel. 

Es por esto que en el hospital las enfermeras daban todas por supuesto que este era mi segundo bebé:

- No señora, el 5º. Solo que este es el primero que he parido yo. 

Y es que con este niño no he tenido accidentes de primeriza, un par de veces al darle la vuelta en el baño para lavarle bien la espalda le he metido sin querer y durante un segundo la carita en el agua, pero eso ha sido todo. 

Pero el guiri no había cuidado un bebé en su vida. 

El peque es muy caluroso y ahora que es primavera no lleva body debajo del pijama. Estaba su padre vistiéndolo después del baño cuando oigo un grito desgarrador saliendo de mi pobre bebe. Salí corriendo al dormitorio y vi al guiri pálido, al bebe llorando desconsolado y nada aparentemente mal. Cuando pregunté que qué había pasado mientras cogía al pequeñajo, me dice con autentico pánico en la voz que le había cogido un pellizco en la piel con uno de los broches del pijama. 

Noté ira saliendome por los ojos y un intenso deseo de provocarle sufrimiento a mi guiri, pero no lo hice. Le puse cremita en la piel al bebé, le soplé un rato y se le fue quitando. Durmió como un tronco esa noche, como siempre, y no pasó nada. El guiri no se atrevió a preguntarme en un buen rato que por qué no le calló la furia de satanás sobre él, pero al final le pudo la curiosidad sobre el instinto de supervivencia. 

- Un accidente puede tenerlo cualquiera, guiri mio. No pasa nada. 

Sigue sin entender el motivo de su supervivencia aquella noche y ahora, echando la vista atrás y sabiendo que yo misma fui el primer bebé de mi hermana, sospecho del motivo de la mia propia.

   

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